viernes, 19 de febrero de 2010

El que no pacta y desgasta se queda con España

Año 2010. El país de la deuda exterior, amigo de dictaduras como la de Cuba, Irán o Venezuela, se prepara para la última función de circo de sus políticos: el pacto económico que sacará a España de la ruina y el más absoluto de los descréditos internacionales.

El PSOE hace llamamiento a los grupos parlamentarios para llegar a un gran acuerdo que procure estabilidad económica y facilite el salir de esta situación de mil demonios; el Rey hace un llamamiento que no es un llamamiento pero sí lo es, el PP rechaza el llamamiento del PSOE y el que no era uno pero sí… ¡Dios, puede alguien explicarme a qué están jugando todos?

Sencillo. El Rey ha decidido que ya es hora de actuar ante la incapacidad de los cientos de pingüinos electos que se sientan en el hemiciclo a debatir sobre el futuro de nuestras tristes vidas, el PSOE está jugando ahora a mostrar su lado más pragmático mientras ironiza con la crisis económica y social, y pretende ganar tiempo ante el Parlamento y simpatías entre los ciudadanos con mayor capacidad para el olvido y el perdón; mientras tanto, el Partido Popular está fijando una clara estrategia de desgaste que, si no me falla el sentido, tendrá fatales consecuencias para el partido de ZP, Salgado y Cháves –no así para el de De la Vega, Rubalcaba y Blanco…en cualquier caso, habremos de ver cómo la ciudadanía también se aburre de la estrategia del PP cuando ésta no dé rápidos resultados.


La estrategia de desgaste no es nueva, ya la utilizaban los partidos conservador y progresista en el siglo XIX, cuando la democracia era en realidad un juego político y la justificación de los políticos para vivir a costa de la Nación de manera legal y legítima…más o menos como en siglo XXI, sólo que ahora no visten esos sombreros que siempre me parecieron tan bonitos y elegantes.

Cuando el partido en el poder no podía dar más de sí y se consideraba incapaz de continuar con la labor gubernativa para la que fue encomendado, el rey ordenaba la formación de un nuevo gabinete y, una vez formado, las Cortes lo designaban como Gobierno y se procedía a las elecciones (sí, es justo el sentido inverso que en la democracia real, al menos la española, donde el pueblo elige a las Cortes, éstas al Gobierno y, finalmente, el rey lo encomienda en la noble tarea de la gobernación); elecciones, como iba diciendo, que no resultaban nada limpias, como demuestran los casos de violencia o los de pucherazo.


La situación ahora es distinta e idéntica al mismo tiempo: distinta porque estamos –algunos más que otros- en el siglo XXI, porque el cambio de gobierno dejó de efectuarse en el siglo pasado; y porque en la España demócrata, lo que realmente triunfa es el pacto (como los de Toledo o los de La Moncloa).
Es idéntica porque el PP no busca ahora la estabilidad económica, política y social, sino derribar a un gabinete de incompetentes y acceder al poder; no es una cuestión de salvar las maltrechas cuentas, sino de salvar el poder y ocupar el puesto que creen que les corresponde.

Dejo al ciudadano la decisión de apoyar o no esta iniciativa. No corresponde a este humilde servidor el llegar tan lejos; pero, como esto es una tribuna de opinión y libertad, me tomaré la libertad de opinar.

Francamente, me parece una gran estrategia la del desgaste total de un Gobierno inútil. Los ciudadanos, al verse contra las cuerdas y al Gobierno impotente, pedirán en las calles unas elecciones anticipadas. Además, los pactos que propone el PSOE no son tal, sino una mera pérdida de tiempo para evitar la política de acoso y derribo del Partido Popular (como muestra, el hecho de que las convocatorias de reunión lleguen con un retraso que pone a la oposición en una situación delicada, como si ZP y su inepto comité anticrisis quisieran dar de lado al partido más grande de España y ningunearlo).

Sin embargo, como dije antes, el Partido Popular tiene que andarse con pies de plomo si no quiere que su política –un arma de doble filo, por otro lado- se vuelva contra ellos mismos cuando la población no vea interés real en superar los males de los que adolece el país.


Sea como fuere, aun nos queda mucho para ver el desenlace de esta tragicomedia política que más de un disgusto debe traer a sus protagonistas y a los involuntarios lectores.
Hasta la semana que viene, si Dios quiere y la crisis lo permite...

viernes, 12 de febrero de 2010

Estas y otras historias (II)

Bienvenidos una semana más a esta Tribuna de la Libertad. Hoy les traigo otro compendio formado por las más rocambolescas historias que tienen lugar en estos mismos instantes en nuestro tristemente feliz mundo.

Empezaré, con su beneplácito, por nuestro pequeño gran país: la España de la SGAE, la de la farándula y la fiesta política, la España de la eterna crisis económica y social, la de los más de 4.000.000 de parados, la de la sublime y eclipsada presidencia europea.
Aquí, donde Dios ha perdido toda esperanza en la Humanidad, Juan Carlos I se esfuerza por impulsar un pacto que debió llegar hace mucho tiempo para salvar la estabilidad política, más que económica, de la España del toreo y las Comunidades Autónomas.
El pacto que, por supuesto, será bien recibido será, como de costumbre, elaborado y aprobado por el PSOE con la lógica exclusión del resto de fuerzas políticas… ¡un auténtico pacto de Estado, de esos que ya no se ven!

Y a esto hay que sumar los pasados debates y polémicas sobre las centrales nucleares, los cementerios de residuos nucleares, los españoles secuestrados en África, la nueva Ley de Extranjería, el retraso en la edad de la jubilación, los “simulacros” del Gobierno en la UE, una oposición en la inopia, las críticas del comunidad internacional…

Quizá con una verdadera reforma económica y social que implique una importante reducción de los impuestos y de los pagos a la corrupta clase política de la España bonachona y paternalista, una revisión profunda al sistema de pensiones, y una mejor distribución de los recursos públicos y privados, la eterna España pueda afrontar de nuevo sus problemas y, quién sabe, a lo mejor los soluciona.


Pero es necesario fijar la mirada también en nuestro pequeño gran continente y en la unión de los ciudadanos al amparo de sus Gobiernos…la Unión Europea, presidida por España cuando ya nadie cuenta con nosotros, da al mundo una verdadera muestra de actuación contra la crisis que la consume por dentro y hace ver que Grecia no está sola en su política…porque, si de economía se trata, los grandes no pasarán de la mera declaración de intenciones.

Así es, Grecia, con un déficit y una deuda pública bestiales (digo bien: bestiales), mira a la Unión con una mezcla de orgullo y necesidad mientras las calles de sus ciudades se convierten en el escenario perfecto para las protestas contra las reformas impulsadas por el Gobierno…y parecía ya que Alemania y Francia se erigirían definitivamente como las salvadoras de Europa, esa Europa que va a la deriva mientras hace esfuerzos titánicos por mantenerse a flote en un discreto segundo plano dentro del nuevo orden mundial que viene.


E Irán, donde los enfrentamientos callejeros y las protestas se cuentan por miles, donde la censura a los medios es casi tan brutal como en China y Venezuela, donde las reformas no llegarán nunca salvo que litros y litros de sangre corran por las aceras, donde las políticas occidentales en pos de una paz duradera y estable se encuentran de cara con la cruda realidad de las situaciones…e Irán…e Irán.

El país asiático desafía al mundo con su proyecto nuclear (por favor, a ver dónde diantre terminarán los residuos), se ríe de Occidente mientras camina a su propia destrucción, y las reformas llegarán o se convertirá en otro de los grandes Estados fallidos como Somalia y, dentro de poco y si un milagro no lo impide, México e Italia.


Y en Venezuela, Chávez cierra medios de comunicación, reprime protestas y busca la falda de Cuba, perra del comunismo más irónico y despreciable. Y en Haití continúan con el agua al cuello. Y en Yemen no se aclara la situación. Y en…Y en…



sábado, 6 de febrero de 2010

Las redes sociales

Facebook, Hi5, Tuenti, Twitter, MySpace, Friendster, Neurona, Qdamos, Meetic… Sí. El mundo de las redes sociales está en auge, cada vez son más las personas que se unen a cualquiera de las cada vez más numerosas redes en línea.
No. Para todos aquellos que están esperando una crítica contra este fenómeno que crece cada vez en nuestra sociedad, tienen que saber que se equivocan…y mucho.

Al contrario, el comentario de esta semana es toda una alabanza a la creación y uso de las redes sociales, sea cual sea su finalidad (ahí tienen Neurona, que conecta a miles de profesionales; o Tuenti o Facebook, que pretende hacer lo mismo con cualquiera; o Meetic, un portal para encuentros amistosos y amorosos…).

Y es que, aunque los riesgos que corren los poseedores de las cuentas y perfiles, en cuanto a protección de datos y salvaguardia de la intimidad se refiere, estos servicios están contribuyendo enormemente al fenómeno de la globalización, al tiempo que permiten conectar a individuos a través de no importa qué distancias temporales y espaciales, y permiten un mayor desarrollo económico y humano, así como la puesta en común de ideas de cualquier índole, o poner en contacto a personas y crear nuevos vínculos y nuevas formas de entender las relaciones (cybernovio, cyberamigo…).

Efectivamente, Internet, como ya lo hicieran en su día el sistema postal, el telégrafo y el teléfono, entre otros medios de comunicación, dan lugar a la mejora en las comunicaciones interpersonales e interprofesionales.
Sin embargo, es del primer tipo de redes sociales en las que quisiera profundizar: las que tienen que ver con las relaciones puramente personales, los portales de contactos y redes de amigos, por ser las más conocidas y criticadas en nuestra sociedad que poco o nada se para a pensar sobre los pros y los contras, y sólo sabe retroalimentarse de miedos colectivos que nos impiden salir de una vez de un mundo cada vez más pequeño y conquistar nuevos horizontes.

Los chats, los servicios de contactos (que también existen más allá de la red de redes, no lo olviden), ponen de manifiesto uno de los grandes problemas de la humanidad: la soledad.

No escapa a nadie que en un mundo cada más veloz en cuanto a sus relaciones profesionales, las relaciones personales están quedando relegadas a un segundo plano y, de producirse, parecen estar servidas en uno de esos locales de comida rápida donde todos está automatizado (y no es que tenga nada, que conste, contra este tipo de establecimientos que tantas veces a mí también me han procurado lo que busco).

¡Claro que las relaciones no son lo que eran, que la gente está deshumanizada, y ya nadie escucha a nadie. Que nos creemos el centro del universo! Pero de ello no tendrán la culpa nunca los medios de comunicación…sino más bien los comunicantes. Y cuando la gente pasa horas frente de una pantalla, pendiente a sus mensajes o a una conversación que a veces no se produce, ¿nadie se ha parado a pensar en la falta de compañía, cariño, o contacto del individuo en cuestión con el mundo más próximo, o es que es más sencillo siempre el ser crítico con los demás?¿Damos los unos a los otros, dentro de los círculos “cerrados” o más cercanos, lo que los unos y los otros necesitamos?

Sí, amigos, cada vez más gente huye de la soledad a través de las redes globales, y casi siempre con resultados satisfactorios. Ya no tienes porqué buscar amistad o amor dentro de los límites que marcan los términos municipales, ni siquiera las demarcaciones provinciales, como ocurría hasta hace bien poco; no, ahora el mundo entero se abre ante ti. Ya nadie tiene porqué morir solo o vivir un infierno terrenal por no encontrar a la persona adecuada.

“¡Pero si no os veis, no os conocéis en persona!” exclaman muchos llevándose las manos a la cabeza. Cierto, he ahí otra de las ventajas, el anonimato es una baza importante que facilita el rápido intercambio de ideas, gustos e intereses, ya que permite abandonar una relación a tiempo.
“¡Ya no queda romanticismo!” exclaman otros. Y no se equivocan del todo, pues es verdad que todas las relaciones se han informatizado demasiado, aunque sólo en su primera fase, la de contactar con alguien. Y no es menos cierto que muchos y muchas han encontrado en estos servicios a la persona que esperaban.
“Pero…” ¡pero nada! ¿Acaso el ser humano no ha buscado siempre el medio de mantener el contacto a través del tiempo y el espacio?

Si nuestros abuelos acuden a programas de televisión a intentar paliar su soledad a través de una llamada telefónica a la vista de millones de criaturas solas y aburridas, ¿qué hay de malo en que nuestros hijos hagan lo propio a través de los nuevos medios de comunicación?
“¡Pero se destruyen matrimonios, se favorece la infidelidad, se destruyen también parejas!” Cierto, no lo niego (porque no puedo); pero cada uno es dueño de su vida, todos podemos ser infieles aunque no tengamos tarifa plana, y las parejas que se disuelven, evidencian algo más: falta de comunicación, comunicación que sí se da entre otras personas.

No olviden que todo el mundo tiene derecho a buscar la felicidad. Que no nos corresponde a nosotros juzgar cómo se lanza uno a tal búsqueda. Y que de nosotros depende el cómo hacer las cosas para conservar nuestra dignidad.


Quisiera dedicar esta entrada, y ya no los entretengo más, a todos aquellos amigos y familiares con los que, por encontrarse muy lejos, no podría mantener un contacto asiduo y cuidado de no ser por el uso de las redes sociales.