sábado, 6 de febrero de 2010

Las redes sociales

Facebook, Hi5, Tuenti, Twitter, MySpace, Friendster, Neurona, Qdamos, Meetic… Sí. El mundo de las redes sociales está en auge, cada vez son más las personas que se unen a cualquiera de las cada vez más numerosas redes en línea.
No. Para todos aquellos que están esperando una crítica contra este fenómeno que crece cada vez en nuestra sociedad, tienen que saber que se equivocan…y mucho.

Al contrario, el comentario de esta semana es toda una alabanza a la creación y uso de las redes sociales, sea cual sea su finalidad (ahí tienen Neurona, que conecta a miles de profesionales; o Tuenti o Facebook, que pretende hacer lo mismo con cualquiera; o Meetic, un portal para encuentros amistosos y amorosos…).

Y es que, aunque los riesgos que corren los poseedores de las cuentas y perfiles, en cuanto a protección de datos y salvaguardia de la intimidad se refiere, estos servicios están contribuyendo enormemente al fenómeno de la globalización, al tiempo que permiten conectar a individuos a través de no importa qué distancias temporales y espaciales, y permiten un mayor desarrollo económico y humano, así como la puesta en común de ideas de cualquier índole, o poner en contacto a personas y crear nuevos vínculos y nuevas formas de entender las relaciones (cybernovio, cyberamigo…).

Efectivamente, Internet, como ya lo hicieran en su día el sistema postal, el telégrafo y el teléfono, entre otros medios de comunicación, dan lugar a la mejora en las comunicaciones interpersonales e interprofesionales.
Sin embargo, es del primer tipo de redes sociales en las que quisiera profundizar: las que tienen que ver con las relaciones puramente personales, los portales de contactos y redes de amigos, por ser las más conocidas y criticadas en nuestra sociedad que poco o nada se para a pensar sobre los pros y los contras, y sólo sabe retroalimentarse de miedos colectivos que nos impiden salir de una vez de un mundo cada vez más pequeño y conquistar nuevos horizontes.

Los chats, los servicios de contactos (que también existen más allá de la red de redes, no lo olviden), ponen de manifiesto uno de los grandes problemas de la humanidad: la soledad.

No escapa a nadie que en un mundo cada más veloz en cuanto a sus relaciones profesionales, las relaciones personales están quedando relegadas a un segundo plano y, de producirse, parecen estar servidas en uno de esos locales de comida rápida donde todos está automatizado (y no es que tenga nada, que conste, contra este tipo de establecimientos que tantas veces a mí también me han procurado lo que busco).

¡Claro que las relaciones no son lo que eran, que la gente está deshumanizada, y ya nadie escucha a nadie. Que nos creemos el centro del universo! Pero de ello no tendrán la culpa nunca los medios de comunicación…sino más bien los comunicantes. Y cuando la gente pasa horas frente de una pantalla, pendiente a sus mensajes o a una conversación que a veces no se produce, ¿nadie se ha parado a pensar en la falta de compañía, cariño, o contacto del individuo en cuestión con el mundo más próximo, o es que es más sencillo siempre el ser crítico con los demás?¿Damos los unos a los otros, dentro de los círculos “cerrados” o más cercanos, lo que los unos y los otros necesitamos?

Sí, amigos, cada vez más gente huye de la soledad a través de las redes globales, y casi siempre con resultados satisfactorios. Ya no tienes porqué buscar amistad o amor dentro de los límites que marcan los términos municipales, ni siquiera las demarcaciones provinciales, como ocurría hasta hace bien poco; no, ahora el mundo entero se abre ante ti. Ya nadie tiene porqué morir solo o vivir un infierno terrenal por no encontrar a la persona adecuada.

“¡Pero si no os veis, no os conocéis en persona!” exclaman muchos llevándose las manos a la cabeza. Cierto, he ahí otra de las ventajas, el anonimato es una baza importante que facilita el rápido intercambio de ideas, gustos e intereses, ya que permite abandonar una relación a tiempo.
“¡Ya no queda romanticismo!” exclaman otros. Y no se equivocan del todo, pues es verdad que todas las relaciones se han informatizado demasiado, aunque sólo en su primera fase, la de contactar con alguien. Y no es menos cierto que muchos y muchas han encontrado en estos servicios a la persona que esperaban.
“Pero…” ¡pero nada! ¿Acaso el ser humano no ha buscado siempre el medio de mantener el contacto a través del tiempo y el espacio?

Si nuestros abuelos acuden a programas de televisión a intentar paliar su soledad a través de una llamada telefónica a la vista de millones de criaturas solas y aburridas, ¿qué hay de malo en que nuestros hijos hagan lo propio a través de los nuevos medios de comunicación?
“¡Pero se destruyen matrimonios, se favorece la infidelidad, se destruyen también parejas!” Cierto, no lo niego (porque no puedo); pero cada uno es dueño de su vida, todos podemos ser infieles aunque no tengamos tarifa plana, y las parejas que se disuelven, evidencian algo más: falta de comunicación, comunicación que sí se da entre otras personas.

No olviden que todo el mundo tiene derecho a buscar la felicidad. Que no nos corresponde a nosotros juzgar cómo se lanza uno a tal búsqueda. Y que de nosotros depende el cómo hacer las cosas para conservar nuestra dignidad.


Quisiera dedicar esta entrada, y ya no los entretengo más, a todos aquellos amigos y familiares con los que, por encontrarse muy lejos, no podría mantener un contacto asiduo y cuidado de no ser por el uso de las redes sociales.

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