viernes, 19 de junio de 2009

Terrorismo, Libertad de expresión y Revolución.

La entrada de hoy está escrita con el mayor pesar de mi alma. Aunque llevo una semana preparando una a cerca de la libertad de expresión y el poder dadas las circunstancias vividas recientemente en Irán tras las elecciones, he decidido cambiar el tema esta misma mañana cuando, al abrir el periódico, me he encntrado de cara con la noticia del trágico asesinato del inspector de policía, Eduardo Puelles García, por parte de la banda terrorista ETA.

Así es, a las 9:05 del día de hoy, una bomba lapa situada bajo el vehículo del inspector de la lucha antiterrismo en Arrigorriaga ha costado la vida de otro ciudadano más.

Pero, mientras esto está pasando en nuestras calles, en los despachos (concretamente el del CNI) ha tenido lugar una crisis de personal; precisamente relacionada con la cúpula antiterrorista, al dimitir el subdirector de Contraterrorismo de los servicios secretos, su segundo y el jefe del Departamento antiETA.
Ahora el director del Centro Nacional de Inteligencia se enfrenta al Congreso para aclarar por qué no había sido informada la ministra de Defensa sobre estas dimisiones (además de para explicar el revuelo causado por el descubrimiento de una serie de casos de corrupción que lo afectan de modo directo).

La verdad es que la situación para sacada de la más surrealista de las tragicomedias. Resulta que aquéllos que decidieron dedicar sus vidas a la protección del ciudadano de a pie se van ahora abandonándonos a su suerte sin dar ni una sola explicación; que aquéllos que deicieron combatir a pie de calle la vil lacra del terrorismo de la vil organización llamada ETA, están siendo reventados o tiroteados; que los cientos de asesinatos a manos de terroristas quedan impunes; que el Gobierno no sabe nada de lo que ocurre en ésta, nuestra nación; y que los más de cuarenta millones de españoles que sufren a diario, sólo pueden mirar a un horizonte de paz y libertad con los ojos empañados en lágrimas de añoranza y bajar la cabeza ante tal situación.

¡Debemos negarnos a adoptar tal postura! Los terroristas pretenden salirse con la suya a costa de nuestra libertad: si eres tú mismo, vuelas por los aires cual hoja seca que se lleva un viento sucio.
Sí, eso es lo que pretenden, y no debemos darle esa satisfacción. No podemos, tampoco, ir a llorar a nuestro Gobierno (y no debemos hacerlo, pues sería el comienzo de un nuevo feudalismo) porque éste se ha declarado, mediante sus repetidas acciones, un buen amigo del absolutismo, del despotismo y, cómo no, del terrorismo.

Lo único que nos queda por hacer a los ciudadanos es levantarnos contra el régimen que pretende sumirnos en el caos. Los terroristas tienen que pudrirse en las celdas de nuestras prisiones, condenados a cadena perpetua; y si no hay espacio, siempre puede concederse libertad a los que, llevados por la desesperación, han robado una barra de pan. Nuestros políticos tienen que sentir el miedo que inspira un pueblo enfadado y que se niega a resignarse. Nuestra cabeza y nuestras manos tienen que ponerse ahora al servicio de nuestra libertad y nuestra dignidad.
No defiendo, y nunca lo haré, un sistema que linche al culpable sin tener en cuenta que es una criatura de Dios, nuestro Señor, pero los culpables tienen que pagar ahora el precio de sus acciones; y éstas son tan importantes, que cabe la posibilidad de que el precio sea mayor del que pueden llegar a soportar...hablamos de una regeneración.

Por el bien de todos los que léais este comentario, me voy, no sin antes pedir un minuto de silencio por todas las víctimas de la violencia, especialmente por las del terrorismo a lo largo y ancho del orbe...

2 comentarios:

  1. Buenas noches.

    Tal vez sea más condenable este último atentado que otros cometidos por la banda terrorista, ya que hay que ser muy cobarde para asesinar a un hombre por medio de una bomba-lapa colocada en el bajo del coche DONDE NO PODÍA VERLA, sin dar la cara ante él. En este sentido condenaría menos el suceso ocurrido al padre de una amiga mía a la que no veo desde hace mucho cuando una tarde se encontró con un etarra en su garaje que le disparó a bocajarro dejándolo tirado en el suelo. Es más, consideraría la dignidad del asesino si no hubiera salido corriendo ipso-facto antes que afrontar las consecuencias de su crimen. Y es que, amigos, yo puedo entender a un hombre que se ve forzado a empuñar un arma y apretar el gatillo frente a otra persona, puedo justificar la necesidad de justicia, el hambre, el dolor, y sobre todas las cosas puedo justificar la locura, pero matar para conseguir el triunfo de la absurdez y la injusticia es matar por sistema.

    Seamos claros, matar como mata ETA es propio de un tipo de personas: los FRA-CA-SA-DOS. Los que no confían en que la palabra sea suficiente para llegar acuerdos, los que prefieren el terror al trato honorable, ni siquiera merecen ser llamados personas. Puede que estos “terroristas” infundan mucho terror en aquellos que temen a las explosiones o que no toleran que algo salga como no se espera, pero a mí no me asustan lo más mínimo. Cada paso que dan en su agonía, que ya viene siendo larga y destructiva, los aleja más de la concepción de “humanidad”, y todo aquello que deja de ser humano, acabará cayendo por su propio peso hacia abajo. Desde el momento en que ETA (no traduzco las siglas del euskera porque son la más profunda incongruencia: ¿cómo se puede lograr la independencia y libertad mediante el asesinato? El asesinato conduce a la barbarie, la barbarie nos aleja de los merecidos valores de la sociedad, entre los cuales figura la libertad) decidió tomar las armas, ya estaba acabada. ¿Durará mucho la agonía del elefante? Puede ser. Pero una vez muerto, ¿quién recordará a semejante monstruo?

    Y ahora, señores, tras la denuncia, la frialdad. Mi frialdad. El presidente, en su habitual y monofónico discurso: “cada muerte que ETA causa aumenta nuestro desprecio hacia ellos… siempre estaremos unidos frente a ellos…” Zapatero, a usted no se lo han dicho cuando debieran, pero es imbécil perdido. ¿Cree usted que una organización que actúa mediante el asesinato continuo será capaz de atender a razones? ¿Descorcha mucho champán cada vez que el jubiloso informador dice aquello de “ha caído el número 1 de la organización terrorista ETA…”?

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  2. Porque, señor mío, permítame informarle de que las organizaciones terroristas son mucho más profundas y complejas de lo que usted nos hace creer. Nos mantiene en una especie de letargo, en un tira y afloja casi imperceptible con la realidad y, claro, de cuando en cuando la cuerda sufre sacudidas y salta, como ahora, despertando la indignación pública. Mire usted, cada joven que sale a la calle embozado con su pañolito de cuadros (porque, eso sí, él está a favor del fin del conflicto en Palestina, y así lo hace ver) para lanzar cócteles molotov y quemar coches en mi Navarra natal (con la que no comparto en absoluto mi ideología), y no le quiero ya contar en Euskadi, es un miembro más del terrorismo. Y los jóvenes que, en colegios de pago y ambientes selectos hablan vascuence, y se visten con ikurriñas, con su versión distorsionadísima de lo que es el nacionalismo, y conozco de cerca este tema, están motivando que ETA siga con su acción destructiva. Estas ideas desenfrenadas son las primeras que deben erradicarse: si acabamos con la kale borroka y con aquellos que sostienen que es necesario ejercer el asesinato, ETA perderá muchos adeptos y por tanto mucho poder. Pero claro, hace falta un endurecimiento de la justicia sin temor a las consecuencias para acabar con ellos, y no esta especie de stand-by del gobierno que piensa que una situación así puede arreglarse sola. Eso sí, hay que reconocer que durante las últimas legislaturas, la organización terrorista ha sufrido los golpes más duros, y se encuentra, como dije antes, en un período de fuerte crisis que ojalá les lleve a la perdición.

    Una cosa que me hace muchísima gracia es que el presidente le ha concedido la medalla de oro al mérito policial a Eduardo Puelles, el policía asesinado. Esto siempre me parece muy curioso. Perdonen la crudeza que sigue, pero, ¿para qué quiere una medalla si está muerto? Es más, ¿es acaso un mártir? No, él es sólo una víctima. Si acaso combatió contra la libertad de acción de este grupo, es porque cualquier ser medianamente humano y con el poder que él tenía, debería verse impelido a hacerlo. Podría haber muerto cualquier otro, usted o yo, si hubiésemos tenido las gónadas de plantarles cara en esta espiral de violencia sin sentido que es el terrorismo, y, a pesar de que otro haya caído, no ha de faltar nunca gente que ocupe su lugar y que haga fuerza contra el muro de la indiferencia que amenaza con desplomarse sobre nuestras cabezas. En fin, señores, que llevan matando desde hace mucho tiempo y todavía no han conseguido NADA. Si lo que quieren es lograr sus objetivos, que sepan que eso es imposible en un mundo cabal y civilizado como el que, junto con todos nosotros hombres libres, Eduardo Puelles contribuía a construir; y si lo que quieren es joder, pues dejen las armas igualmente y dedíquense a invertir en bolsa.

    Buenas y negras y largas noches.

    Edward Blunt.

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