viernes, 2 de octubre de 2009

La foto de nuestra condena.

Bienvenidos una temporada más a esta Tribuna de la Libertad. Hace dos meses, por insistencia de un buen amigo, prometí dedicar una entrada a la corrupción, de la que últimamente estamos teniendo novedades, y otra a la problemática situación de ciertos territorios de ultramar como Gibraltar.

Sin embargo, para mi pesar (y para el de una gran parte de nuestros ciudadanos), me veo obligado a aplazar las entradas una vez más. Tranquilos, en esta ocasión no ha habido un brutal atentado ni un crimen contra nuestra dignidad…bueno, a lo mejor lo último sí es cierto.

El caso es que hoy quisiera hablaros de un acto malévolo donde los haya, cínicamente plasmado en una vil fotografía. Efectivamente, al más puro estilo del cine gore de serie B, el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha decidido que España estará mejor representada en todos los colores del arco iris y alguno más…el negro de nuestro luto.

Por todos es sabido que, en numerosas ocasiones, presidentes y presidentas han llevado a sus cónyuges (e incluso a sus hijos) a fotos oficiales con el fin de dar un aspecto más familiar, una muestra de un mayor entendimiento no sólo entre los Estados, sino también entre las familias.
Este tipo de actos, por qué no decirlo, causan en mi persona un cierto bienestar al darme una mayor confianza en las relaciones internacionales en las que se embarca España y sus aliados; sin embargo, esto sobrepasa cualquier límite que un hombre pueda soportar.

La infamia más pura se ha cebado con nuestra nación. España, la del eterno renacer, como se la denominó durante el período republicano, marcha herida y avergonzada por culpa de un desastre mayor que un accidente nuclear: ¡Su Presidente!
El muy infame, lejos de dar muestras de arrepentimiento por sumirnos en una grave crisis económica y moral, concede el don de nuestra representación a sus oscuras hijas… ¿dije oscuras? ¡Góticas!

Ya está consumado el acto. Ahora el mundo nos conocerá por esos dos “angelitos negros” de los que todos debemos sentirnos orgullosos.

No se equivoquen, estimados contertulios, cada uno puede vestir como quiera…pero… ¿qué ocurre con el protocolo y el buen gusto? ¿qué ocurre con nuestro anhelos de ser bien representados?

Pero ese no es el colmo, no. Lo peor es que, no contento con humillarnos, nos prohíbe hablar de la brutal puñalada que nos dio por la espalda.
Entérense él y cualquier políticucho: el único camino que lleva a una persona a no ser criticada, es el de hacer las cosas como Dios manda.

Hasta la próxima…aquí os dejo con la foto de la que, dicho sea de paso, ya han salido algunas buenas versiones.

1 comentario:

  1. A veces no es necesario ir al cine para ver una película de terror; pues, desgraciadamente, leyendo tranquilamente un periódico, tuve que soltar rápidamente éste al sentir un escalofriante pánico al contemplar la foto oficial de la familia de Zapatero posando junto a la de Obama.

    Tras aquella primera y desagradable impresión, volví a coger el periódico del suelo para asegurarme de que realmente se trataba de una foto no trucada, a lo que, en vista de la autenticidad, tomé como opción la de tomarme aquella broma con sentido del humor, y no sentirme ofendido como español, de tener esa pésima, malograda y humillante representación de mi país.

    Posiblemente, en su afán de aparentar ser amigo de los negros, actitud esta que yo comparto aunque vista con pantalón marrón y camisa blanca, a Rodríguez Zapatero se le fue la mano, tiñendo las vestiduras con las que, tanto él como toda su familia, se engalanan en esta foto.
    Otra posible opción podría ser que, en su especial sentido del humor, quisiese hacer reír al resto de los países del mundo.
    O quizás sólo se trate de otra de sus brillantes ideas para dar la nota internacionalmente.

    De todos modos, aunque desconozca las razones, tanto por parte del sentido de la estética y moda de su esposa para vestir a sus hijas, o del sentido de juicio por parte del padre, así como de tan pésima gestión por el equipo que asesora a nuestro presidente, sí tengo la seguridad personal de sentir vergüenza ajena ante esta dantesca representación.

    No nos merecemos esto. Gracias.

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